Member-only story
Las manos transgresoras de mi médico
Una mujer sabia no desea ser enemiga de nadie; una mujer sabia se niega a ser víctima de alguien. -Maya Angelou
Traducido del inglés por su autora
Sucedió hace más de diez años. Tenía una sinusitis y fui a un centro de salud en Ginebra, Suiza, donde vivo. El lugar es un establecimiento vetusto que data de los años 70, no suele haber gran afluencia de pacientes. Debí haber tomado aquello como una advertencia.
Después de algunas preguntas, el médico que me recibió me dirigió a la mesa de examinación.
— Es una sinusitis recurrente, necesitaré antibióticos — le dije.
— Quítese la blusa — respondió.
Me escuchó el corazón y los pulmones con su estetoscopio. Me revisó los oídos y la garganta. Después, de manera pausada, como en cámara lenta, puso sus manos sobre mis senos. Una mano en cada seno, sujetándolos con las palmas de las manos hacia arriba como un sostén. Su gesto duró solamente unos segundos. No reaccioné, al contrario, quedé congelada. Me convertí en una mosca que miraba la escena desde afuera, desde mi hombro izquierdo. Una mosca petrificada, vacía y sin aliento. Recuerdo que el doctor buscó mi mirada. Antes de clavar mis ojos en el suelo alcancé a ver su expresión de triunfo.